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La historiografía llama '''tresantes''' («temblorosos») a los [[homoioi|espartiatas]] que habían sido culpados de [[atimia]], y en consecuencia privados de la ciudadanía plena y de la condición de [[homoioi]], a causa de haber mostrado cobardía ([[idioma griego|griego]] κακοί, ''kakoí'') o desobediencia durante una campaña militar <ref>[[Heródoto]], ''[[Historias (Heródoto)|Historia]]'', VII,23; [[Plutarco]], ''Licurgo 21,2''</ref>.
La historiografía llama '''tresantes''' («temblorosos») a los [[homoioi|espartiatas]] que habían sido culpados de [[atimia]], y en consecuencia privados de la ciudadanía plena y de la condición de [[homoioi]], a causa de haber mostrado cobardía ([[idioma griego|griego]] κακοί, ''kakoí'') o desobediencia durante una campaña militar.<ref>[[Heródoto]], ''[[Historias (Heródoto)|Historia]]'', VII,23; [[Plutarco]], ''Licurgo 21,2''</ref>


Estos individuos no habían exhibido la ''andreía'', el valor que caracterizaba al espartiata, quien, como afirma el rey [[Agis II]], «no pregunta cuántos son los enemigos, sino dónde están»<ref>Plutarco, ''Cleómbroto 4,10''; Plutarco, ''Moralia 215 d''</ref>.
Estos individuos no habían exhibido la ''andreía'', el valor que caracterizaba al espartiata, quien, como afirma el rey [[Agis II]], «no pregunta cuántos son los enemigos, sino dónde están».<ref>Plutarco, ''Cleómbroto 4,10''; Plutarco, ''Moralia 215 d''</ref>


Pero ocurre que hasta mediados del [[siglo V adC]] —tal vez hasta el terremoto que diezmó la población espartiata— la cobardía no sólo implicaba retroceder ante el enemigo, sino el mero hecho de sobrevivir a una derrota, una vergüenza que no era tolerada.
Pero ocurre que hasta mediados del [[siglo V adC]] —tal vez hasta el terremoto que diezmó la población espartiata— la cobardía no sólo implicaba retroceder ante el enemigo, sino el mero hecho de sobrevivir a una derrota, una vergüenza que no era tolerada.
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== Estatus ==
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Los ''tresantes'' eran excluidos de las [[sisitia]]s, del [[gimnasio (Antigua Grecia)|gimnasio]] y de los equipos del juego de pelota. Se les relegaba a los últimos puestos en las danzas rituales. En la calle, debían ceder el paso y pasear con aire triste, ya que sus conciudadanos podían golpearlos; debían llevar ropa sucia y remendadas y afeitarse sólo una parte de la barba. Debían levantarse ante sus menores. Nadie les dirigía la palabra, nadie les daba fuego. Sus hijas se quedaban solteras y a su cargo. Si estaban solteros, no podían casarse, y se les aplicaba la multa de los solteros. Según [[Plutarco]], eran excluidos de las magistraturas. [[Tucídides]] añade que no podían hacer transacciones legales.
Los ''tresantes'' eran excluidos de las [[sisitia]]s, del [[gimnasio (Antigua Grecia)|gimnasio]] y de los equipos del juego de pelota. Se les relegaba a los últimos puestos en las danzas rituales. En la calle, debían ceder el paso y pasear con aire triste, ya que sus conciudadanos podían golpearlos; debían llevar ropa sucia y remendadas y afeitarse sólo una parte de la barba. Debían levantarse ante sus menores. Nadie les dirigía la palabra, nadie les daba fuego. Sus hijas se quedaban solteras y a su cargo. Si estaban solteros, no podían casarse, y se les aplicaba la multa de los solteros. Según [[Plutarco]], eran excluidos de las magistraturas. [[Tucídides]] añade que no podían hacer transacciones legales.


Los malos tratos inflingidos a los ''tresantes'' recuerdan las condiciones de vida de los [[hilota]]s. Según [[Antíoco de Siracusa]],<ref>(fgt. 13) citado por [[Estrabón]], ''[[Geografía de Estrabón|Geografía]]'', vi.3.2</ref> los hilotas son antiguos ''tresantes'':Antíoco dice que, «durante las [[guerras mesenias]], aquellos lacedemonios que no tomaron parte en la expedición fueron declarados esclavos y llamados hilotas; en cuanto a los niños nacidos durante la expedición, se les llamó [[partenios]] y se les disminuyó todos los derechos.»
Los malos tratos inflingidos a los ''tresantes'' recuerdan las condiciones de vida de los [[hilota]]s. Según [[Antíoco de Siracusa]],<ref>(fgt. 13) citado por [[Estrabón]], ''[[Geografía de Estrabón|Geografía]]'', vi.3.2</ref> los hilotas son antiguos ''tresantes'':Antíoco dice que, «durante las [[guerras mesenias]], aquellos lacedemonios que no tomaron parte en la expedición fueron declarados esclavos y llamados hilotas; en cuanto a los niños nacidos durante la expedición, se les llamó [[partenios]] y se les disminuyó todos los derechos.»


Sin embargo, los ''tresantes'' podían acceder a los lugares públicos, contrariamente a los hilotas, que sufrían una exclusión total. Además, podían redimirse en la guerra. Así, los guerreros de [[Batalla de Esfacteria|Esfacteria]] son finalmente rehabilitados.
Sin embargo, los ''tresantes'' podían acceder a los lugares públicos, contrariamente a los hilotas, que sufrían una exclusión total. Además, podían redimirse en la guerra. Así, los guerreros de [[Batalla de Esfacteria|Esfacteria]] son finalmente rehabilitados.
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Revisión del 17:24 1 abr 2008

La historiografía llama tresantes («temblorosos») a los espartiatas que habían sido culpados de atimia, y en consecuencia privados de la ciudadanía plena y de la condición de homoioi, a causa de haber mostrado cobardía (griego κακοί, kakoí) o desobediencia durante una campaña militar.[1]

Estos individuos no habían exhibido la andreía, el valor que caracterizaba al espartiata, quien, como afirma el rey Agis II, «no pregunta cuántos son los enemigos, sino dónde están».[2]

Pero ocurre que hasta mediados del siglo V adC —tal vez hasta el terremoto que diezmó la población espartiata— la cobardía no sólo implicaba retroceder ante el enemigo, sino el mero hecho de sobrevivir a una derrota, una vergüenza que no era tolerada.

Sin embargo, como consecuencia del progresivo e imparable descenso del número de hoiomoi, esta actitud fue objeto de revisión, suavizándose poco a poco, hasta que tras el desastre de Leuctra en 371 adC, donde murieron 400 de los 700 espartiatas participantes, Agesilao II propuso dejar que «la ley durmiera ese día»[3]

Estatus

Los tresantes eran excluidos de las sisitias, del gimnasio y de los equipos del juego de pelota. Se les relegaba a los últimos puestos en las danzas rituales. En la calle, debían ceder el paso y pasear con aire triste, ya que sus conciudadanos podían golpearlos; debían llevar ropa sucia y remendadas y afeitarse sólo una parte de la barba. Debían levantarse ante sus menores. Nadie les dirigía la palabra, nadie les daba fuego. Sus hijas se quedaban solteras y a su cargo. Si estaban solteros, no podían casarse, y se les aplicaba la multa de los solteros. Según Plutarco, eran excluidos de las magistraturas. Tucídides añade que no podían hacer transacciones legales.

Los malos tratos inflingidos a los tresantes recuerdan las condiciones de vida de los hilotas. Según Antíoco de Siracusa,[4]​ los hilotas son antiguos tresantes:Antíoco dice que, «durante las guerras mesenias, aquellos lacedemonios que no tomaron parte en la expedición fueron declarados esclavos y llamados hilotas; en cuanto a los niños nacidos durante la expedición, se les llamó partenios y se les disminuyó todos los derechos.»

Sin embargo, los tresantes podían acceder a los lugares públicos, contrariamente a los hilotas, que sufrían una exclusión total. Además, podían redimirse en la guerra. Así, los guerreros de Esfacteria son finalmente rehabilitados.

Referencias

  1. Heródoto, Historia, VII,23; Plutarco, Licurgo 21,2
  2. Plutarco, Cleómbroto 4,10; Plutarco, Moralia 215 d
  3. Plutarco, Agesilao 30,6
  4. (fgt. 13) citado por Estrabón, Geografía, vi.3.2

Fuentes

  • Heródoto, Historia, vii.231.
  • Plutarco, Agesilao, 30, 3-4
  • Tucídides, V, 34, 2
  • Jenofonte, República de los lacedemonios, IX, 4-5

Bibliografía

  • Jean Ducat, Les Hilotes, Bulletin de correspondance hellénique, supplément XX, 1990.
  • Victor Ehrenberg, s.v., Real Encyclöpedie, VI A 2, 1936.
  • Edmond Lévy, Sparte : histoire politique et sociale jusqu’à la conquête romaine, Seuil, coll. «Points Histoire», Paris, 2003 (ISBN 2-02-032453-9).
  • Nicole Loraux, « La belle mort spartiate », Ktéma n°2, 1977.
  • Jean-Pierre Vernant, «Entre la honte et la gloire», Métis II, 1987.

Véase también